lunes, 23 de mayo de 2016

CUATRO AÑOS DEL BARRIO “EL PROGRESO”. UNA EXPERIENCIA DE LAS “NUEVAS TOMAS” DE TIERRAS EN VIEDMA


“Los pobres están condenados a la participación. La miseria empuja a la participación, porque para ganarse la vida hay que moverse, hay que estar en organizaciones, ir a los lugares que tienen recursos”
Denis Merklen

 El barrio surgido de una ocupación en mayo de 2012 cumple cuatro años de vida y de lucha. La toma coincidió con otras en la ciudad[1], marcadas por la ausencia de políticas públicas para el acceso a la tierra y la vivienda. Como en otros casos, llegaron al lugar un grupo de familias, a las que luego se sumaron otras adoptando la ocupación una forma masiva.

Los terrenos tienen origen privado y estaban convertidos en canchas de fútbol. Actualmente, los vecinos no cuentan ni con el servicio de luz ni gas, ni tampoco con la regularización de las tierras que habitan. Se trata de tierras ubicadas en cercanías a la Terminal de Ómnibus, donde viven cerca de 200 personas.

            Uno de los problemas centrales de la ocupación, es que se asienta en un terreno inundable. Por esta razón, sus habitantes han sufrido inundaciones y anegaciones, a lo que se suma la falta de respuestas del municipio conducido por el radical José Luís Foulkes.

“Nuevas tomas”

Del año 2000 al 2009, se produjeron cuatro casos de ocupaciones de terreno en la ciudad de Viedma. Se trata de las experiencias de los barrios Nehuen (2000) y “30 de marzo” (2008) y Loteo Silva y Santa Clara (2009). Décadas anteriores, la ciudad de Viedma había crecido de manera informal, cuando los pobladores provenientes principalmente de las ciudades cercanas y la Línea Sur, se asentaron en el por entonces pequeño casco urbano[2] de Viedma.

Las “nuevas tomas de terrenos” (2000 a 2009), se caracterizaron, a diferencia de sus predecesoras (décadas del 60 y 70), por su “masividad” (eran experiencias que excedían a los tradicionales “sectores populares”, e incluían a los medios), la “visibilidad” (aportada por la nueva estrategia de los sectores populares para utilizar los medios de comunicación locales para interpelar al poder político), la “violencia” (son experiencias disruptivas, que conmueven material y simbólicamente el escenario social y político) y la “centralidad territorial” (se disputan territorios centrales de la ciudad).

En esos marcos se desarrollaron estas experiencias. Sin embargo, sería necesario analizar con mayor profundidad las  experiencias que se dan en 2012 (Toma del “1 de mayo” -Balneario “El Cóndor”-[3], Barrio “La Unión” y “El Progreso”), que creemos, se emparentan con las que se dieron en la primera década del 2000.

En principio, es visible que estas ocupaciones están conformadas primordialmente por familias jóvenes, y en algunos casos, se desarrollan en terrenos linderos a los otroras barrios FONAVI (símbolos de una política de vivienda abandonada por el estado).

Hay que señalar además en este aspecto, que a diferencia de las que se produjeron de 2000 a 2009, estas  iniciaron un proceso incipiente de nucleamiento de las experiencias (que no se vio en las anteriores, que coordinaban en “la acción”), buscando una forma más orgánica de vinculación. De hecho,  se constituyó la Coordinadora de Vecinos “Sin Techo” de Viedma, que en su momento se reunía regularmente en el local del gremio ATE.

En cuanto a los elementos compartidos con las tomas anteriores, los vecinos de “El Progreso” reclaman la regularización de la tierra, señalando que “quieren pagar los terrenos”, con determinadas condiciones. Esta es una marca moral de las ocupaciones, que pretende poner un límite a la situación de “ilegalidad” que implica una toma[4].

             La lucha por la ciudad

En todos los casos, las “tomas” de terrenos denuncian una injusticia urbana. Son un acto de justicia sin mediación. Se ocupa un lugar, se constituye un territorio y luego se negocia con el estado.

             Al respecto, creemos que todas estas “tomas” tienen un contenido político. Son “políticas” porque implican nuevas formas de auto-organización (con constitución de nuevos tiempos y territorios) e interpelan por un derecho directamente al Estado[5] (creación de agenda).

            Hoy, las tomas de terrenos y las que se han convertido en barrios populares, constituyen un importante numero de personas viviendo/luchando por un lugar en la ciudad. Los barrios “Nehuen” y “30 de marzo”, las ocupaciones del Loteo Silva y Santa Clara, junto a los barrios La Unión” y “El Progreso”, disputan el territorio con los crecientes desarrollos inmobiliarios privados que se extienden por la ciudad, frente a un estado que no regula (omite) o directamente favorece a los sectores más concentrados.



[1] Ese mismo año, se produjeron además  las tomas “1 de mayo” (balneario “El Cóndor”) y “La Unión” (Bº Inalauquen). Si bien desde los medios atribuyeron a las tomas razones políticas (ante el cambio de gobierno provincial), claramente graficaban la persistencia de una situación social critica en la ciudad.
[2]  Los barrios Lavalle y Mi Bandera se originaron con la erradicación de un asentamiento de viviendas precarias ubicado en la periferia de la ciudad. El proyecto de traslado, atribuido a un ministro de la intervención militar que a mediados de la década del setenta gobernaba la provincia, consistió en la construcción de viviendas a unos tres kilómetros de la planta urbana a continuación de un asentamiento preexistente de viviendas dispersas. Esta localización tenía el claro propósito de aislar a los pobladores por medio de la distancia y de barreras como la ruta 1 que se interponía entre el barrio y la ciudad (Alonso, 2008).
[3] Esta toma sobre tierras fiscales contó con un fallo judicial en contra, tras una denuncia penal  del Municipio y fue prácticamente desarticulada.
[4] Como señala Gravino, la disposición a la compra –aunque ésta se presente como lejana- según la representación de los habitantes, tanto de villas como de los asentamientos, los coloca fuera del espacio del delito (En Nuñez A, Ciuffolini, 2011).
[5] En este sendito, tomamos distancia de otras posiciones destacables en su alcance teórico, como las que propone Mariana Giaretto, que señala que las tomas no son acontecimientos políticos en si, sino que son hechos “reivindicativos”(ya que no cuestionan la base del sistema capitalista: la propiedad privada, ni establecen formas de organización permanente (articuladas).

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