
“Los pobres están condenados a la participación. La
miseria empuja a la participación, porque para ganarse la vida hay que moverse,
hay que estar en organizaciones, ir a los lugares que tienen recursos”
Denis Merklen
El barrio surgido de una ocupación en mayo de 2012
cumple cuatro años de vida y de lucha. La toma coincidió con otras en la ciudad[1], marcadas
por la ausencia de políticas públicas para el acceso a la tierra y la vivienda.
Como en otros casos, llegaron al lugar un grupo de familias, a las que luego se
sumaron otras adoptando la ocupación una forma masiva.
Los terrenos tienen origen privado y estaban
convertidos en canchas de fútbol. Actualmente, los vecinos no cuentan ni con el
servicio de luz ni gas, ni tampoco con la regularización de las tierras que
habitan. Se trata de tierras ubicadas en cercanías a la Terminal de Ómnibus,
donde viven cerca de 200 personas.
Uno de los problemas centrales de
la ocupación, es que se asienta en un terreno inundable. Por esta razón, sus
habitantes han sufrido inundaciones y anegaciones, a lo que se suma la falta de
respuestas del municipio conducido por el radical José Luís Foulkes.
“Nuevas tomas”
Del año 2000 al 2009, se produjeron cuatro casos de
ocupaciones de terreno en la ciudad de Viedma. Se trata de las experiencias de
los barrios Nehuen (2000) y “30 de
marzo” (2008) y Loteo Silva y Santa Clara (2009). Décadas anteriores, la
ciudad de Viedma había crecido de manera informal, cuando los pobladores
provenientes principalmente de las ciudades cercanas y la Línea Sur , se asentaron
en el por entonces pequeño casco urbano[2] de
Viedma.
Las “nuevas
tomas de terrenos” (2000 a
2009), se caracterizaron, a diferencia de sus predecesoras (décadas del 60 y
70), por su “masividad” (eran
experiencias que excedían a los tradicionales “sectores populares”, e incluían
a los medios), la “visibilidad” (aportada
por la nueva estrategia de los sectores populares para utilizar los medios de
comunicación locales para interpelar al poder político), la “violencia” (son experiencias
disruptivas, que conmueven material y simbólicamente el escenario social y
político) y la “centralidad territorial”
(se disputan territorios centrales de la ciudad).
En esos marcos se desarrollaron estas experiencias.
Sin embargo, sería necesario analizar con mayor profundidad las experiencias que se dan en 2012 (Toma del “1 de mayo” -Balneario “El
Cóndor”-[3],
Barrio “La Unión ”
y “El Progreso”), que creemos, se emparentan con las que se dieron en la
primera década del 2000.
En principio, es visible que estas ocupaciones están
conformadas primordialmente por familias jóvenes, y en algunos casos, se
desarrollan en terrenos linderos a los otroras barrios FONAVI (símbolos de una
política de vivienda abandonada por el estado).
Hay que señalar además en este aspecto, que a
diferencia de las que se produjeron de 2000
a 2009, estas iniciaron
un proceso incipiente de nucleamiento de las experiencias (que no se vio en las
anteriores, que coordinaban en “la acción”), buscando una forma más orgánica de
vinculación. De hecho, se constituyó la Coordinadora de Vecinos “Sin Techo” de Viedma, que en
su momento se reunía regularmente en el local del gremio ATE.
En cuanto a los elementos compartidos con las tomas anteriores,
los vecinos de “El Progreso” reclaman la regularización de la tierra, señalando
que “quieren pagar los terrenos”, con
determinadas condiciones. Esta es una marca moral de las ocupaciones, que
pretende poner un límite a la situación de “ilegalidad” que implica una toma[4].
La
lucha por la ciudad
En todos los casos, las “tomas” de terrenos denuncian
una injusticia urbana. Son un acto de justicia sin mediación. Se ocupa un
lugar, se constituye un territorio y luego se negocia con el estado.
Al respecto, creemos que todas estas “tomas”
tienen un contenido político. Son
“políticas” porque implican nuevas formas de auto-organización (con
constitución de nuevos tiempos y territorios) e interpelan por un derecho
directamente al Estado[5] (creación
de agenda).
Hoy, las tomas de terrenos y las que
se han convertido en barrios populares, constituyen un importante numero de
personas viviendo/luchando por un lugar en la ciudad. Los barrios “Nehuen” y “30 de marzo”, las ocupaciones del Loteo Silva y Santa Clara, junto a los
barrios “La Unión ” y “El Progreso”,
disputan el territorio con los crecientes desarrollos inmobiliarios privados
que se extienden por la ciudad, frente a un estado que no regula (omite) o
directamente favorece a los sectores más concentrados.
[1] Ese mismo año, se
produjeron además las tomas “1 de mayo”
(balneario “El Cóndor”) y “La
Unión ” (Bº Inalauquen). Si bien desde los medios atribuyeron
a las tomas razones políticas (ante el cambio de gobierno provincial),
claramente graficaban la persistencia de una situación social critica en la
ciudad.
[2] Los barrios Lavalle y Mi Bandera se originaron
con la erradicación de un asentamiento de viviendas precarias ubicado en la
periferia de la ciudad. El proyecto de traslado, atribuido a un ministro de la
intervención militar que a mediados de la década del setenta gobernaba la
provincia, consistió en la construcción de viviendas a unos tres kilómetros de
la planta urbana a continuación de un asentamiento preexistente de viviendas
dispersas. Esta localización tenía el claro propósito de aislar a los
pobladores por medio de la distancia y de barreras como la ruta 1 que se
interponía entre el barrio y la ciudad (Alonso, 2008).
[3] Esta toma sobre tierras
fiscales contó con un fallo judicial en contra, tras una denuncia penal del Municipio y fue prácticamente
desarticulada.
[4] Como señala Gravino, la
disposición a la compra –aunque ésta se presente como lejana- según la
representación de los habitantes, tanto de villas como de los asentamientos,
los coloca fuera del espacio del delito (En Nuñez A, Ciuffolini, 2011).
[5] En este sendito, tomamos
distancia de otras posiciones destacables en su alcance teórico, como las que
propone Mariana Giaretto, que señala que las tomas no son acontecimientos
políticos en si, sino que son hechos “reivindicativos”(ya que no cuestionan la
base del sistema capitalista: la propiedad privada, ni establecen formas de
organización permanente (articuladas).
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