La situación actual del país marcada por el crecimiento de los índices de pobreza y el empeoramiento general de las condiciones de vida de los sectores medios y populares ha generado la re-aparición de movimientos territoriales con métodos de lucha como el “piquete”.
Ya sea vista como “infierno al que no queremos volver”, o como “nostalgia de métodos de lucha”, la crisis reenvía imágenes que hay que ver con lentes actuales. Por eso, proponemos pensar que pasaba en Viedma y Patagones en la época más cruda de la crisis (2001-2002), cuales eran las organizaciones que surgían para enfrentarla y algo que queda en el tintero: que quedó de aquellas experiencias.
Como
referencia para este articulo, tomamos la investigación, que tomó forma de
tesis (CURZA), que realizaron Damián Testote y Dario Castro bajo la
denominación: “¿Víctimas o victimarios?.
La experiencia de las Organizaciones de Desocupados de la comarca
Viedma-Patagones” (2006).
La nueva cuestión social
Las
décadas del 90 y los principios del 2000, van a estar marcadas en Argentina,
por la crisis económica y las consecuencias sociales de un tremendo ajuste
neoliberal. La aplicación de recetas de este tipo, generó una situación social
caracterizada por la exclusión lisa y
llana de los sujetos trabajadores/as. El desempleo estructural, generó la
expulsión de mano de obra y el consumo, que derivó en una nueva cuestión social
que el estado atacó, con planes de empleo o con represión.
A
nivel nacional, en 2002 la pobreza superaba la mitad de los hogares argentinos
y la indigencia a más de un cuarto. En esos momentos la desocupación trepó a un
22%. La realidad local no difería de estas coordenadas. En los momentos más
crudos de la crisis económica en Viedma-Patagones la desocupación llegó a un
25,4%. El pico más alto de la indigencia se produjo en mayo de 2003, con el
26,4% de los hogares. En ese momento, el 50,6% de los viedmenses era pobre.
Movimientos de desocupados en Viedma y
Patagones
Ante
esta situación critica, los sectores populares emprendieron estrategias de
supervivencia, que no se quedaron en el mero acto espasmódico, sino que
generaron organizaciones y luchas alternativas. No solo se cortaban las rutas y se exigían planes sociales, sino que se
proponían nuevos modos de intervención social y nuevas formas de producción.
En Viedma y Patagones, estas estrategias se hicieron visibles.
En La Comarca , existían cinco
experiencias de movimientos de desocupados: en Viedma estaban la “Unión de Trabajadores Desocupados”
(UTD), la “Unión de Trabajadores
Desocupados Independientes” (UTDi) y la organización “Barrios de Pié”[1], mientras que en
Patagones lo hacían la “Unión de
Trabajadores Desocupados” (UTD) y la “Central
de Trabajadores Desocupados de Patagones”[2] (CTDP).
Todas
tenían desarrollo territorial, comedores, emprendimientos productivos, aunque
diferían en la forma de organización y sus referencialidades (cuando existían)
a nivel nacional[3].
Desocupados ¿y piqueteros?
El
desocupado es un actor marcado por una condición económica: la ausencia del
empleo. Se trata de una situación objetiva, determinada por una carencia. En
tanto, el piquetero es un sujeto social, que asume esa situación y se moviliza
(se desliza) para modificarla.
El
piquetero utiliza un modo de lucha: el piquete, un acto de acción directa, que
implica poner el cuerpo, estar presente para impedir la circulación de
vehículos, personas y mercancías. La idea es interrumpir esos flujos, bloquear
su desarrollo o simplemente, forzar una situación que merece una solución
estatal.
En Viedma y Patagones, este método de
lucha fue poco utilizado.
Los movimientos de desocupados, como señalan los investigadores, preferían
negociar por otros carriles con las autoridades y utilizar otros métodos de
intervención (marchas, presencia en los medios etc). Al decir de los autores
estos grupos locales: “no difieren en
cuanto a la identidad: son desocupados, pero no tienen identidad “piquetera”,
ya que ese formato de protesta ha sido poco empleado por las organizaciones
locales”.
La
conclusión de Testore y Castro, es que no existió una “cultura piquetera” en La Comarca. Incluso ,
a modo de aporte, podemos decir que otros sujetos (estudiantes universitarios y
docentes) utilizaron más este método, e incluso, se identificaron con esta
cultura[4].
Que quedó de estas experiencias
Las
formas de organización y lucha están marcadas por los contextos estructurales.
Las luchas de una época, no pueden trasladarse a otra, por la sencilla razón de
que las condiciones son diferentes.
En
los últimos años, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner llevaron adelante
un modelo Neodearrollista que implicó la inclusión (limitada, subordinada) de
amplios sectores sociales excluidos. El propio devenir del “Movimiento de
Desocupados”, fue marcado por este cambio. Dicho con simpleza, al no haber sujeto social, no hay forma de
organización que lo represente.
Al
inicio hablamos de un proceso de desmejoramiento de las condiciones sociales
durante el primer año del gobierno macrista. Sin embargo, esto no nos lleva a
igualar estas condiciones (luego de años de mejoras y un piso social un poco
más alto) con las que se vivieron en 2001. Igualmente, la permanencia o
agudización de estas políticas, podría generar movimientos en los territorios
barriales que asuman una lucha reivindicativa y retomen los métodos de lucha
como el piquete.
A
modo de conclusión, podemos señalar algo
que parece una obviedad: las nuevas
luchas asumirán nuevas formas. Muchos sectores populares siguen aun
incluidos en el empleo[5],
lo que avizora un recrudecimiento de las luchas sindicales, muchas de ellas
desplegadas a través de comisiones internas, cuerpos de delegados y sindicatos
combativos, ante la crisis de las organizaciones tradicionales.
[1] Barrios de Pie es una organización social y barrial nacional que tiene
su expresión partidaria en Patria Libre, de extracción guevarista. La
organización, con presencia en muchas provincias del país, tomó notoriedad en
los momentos más álgidos de la lucha del movimiento piquetero.
[2] A nivel nacional, el movimiento piquetero se dividía en tres
corrientes: los “nacionales y populares” (provenientes del peronismo), “los de
izquierda” (organizados por los partidos de izquierda) y “los autónomos”
(ligados a la idea de los movimientos sociales).
[3] En este sentido, el planteo de los autores es critico, concluyendo que
si bien a nivel local se desarrollaron experiencias autogestivas, la mayoría de
ellas eran fuertemente dependientes del estado, “lo que hace parecer (a estas organizaciones)
más una agencia del Estado que una organización que expresa un cambio”.
[4] Cuando hablamos de “Cultura Piquetera” nos referimos no solo al
método, sino –y especialmente- a ciertas estéticas y referencias de las
organizaciones. Por ejemplo, los estudiantes de la Universidad Nacional
del Comahue, realizaron piquetes en los momentos de toma y conflicto y
actividades para recordar los asesinatos de los piqueteros Maximiliano Kosteki
y Dario Santillán (Avellaneda, 2002). La foto que grafica el articulo, reseña una actividad de la agrupación DEMo del CURZA (2007) ante un aniversario de los asesinatos de los jóvenes militantes sociales.
[5] En la provincia, durante el mes de septiembre, el gremio ATE, junto a
sus delegados más activos y otros sindicatos, emprendió una lucha por la
reincorporación de la trabajadora becada Valeria Campos, despedida sin
justificación de “Fortalecimiento Familiar” (Desarrollo Social) de la ciudad de
Viedma. Luego de la lucha, la trabajadora y delegada gremial, fue reincorporada
pero en otra área de donde se desempeñaba. Este hecho, revela la existencia de
un alto porcentaje de trabajadores precarizados bajo la forma de beca, que ya
no es un medio transitorio de trabajo, sino uno permanente.
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